martes, 21 de julio de 2015

A propósito del sacrificio de animales en el Parque de las Leyendas ¿se deben prohibir los zoológicos?


Si hay un lugar en Lima que pueda evocar las imágenes, momentos y recuerdos más entrañables de nuestra infancia o juventud, tal vez ese lugar tendría que ser el Parque de las Leyendas.

El Parque de las Leyendas es el principal zoológico de nuestra ciudad, fundado en 1964, recoge especies de la costa, sierra y selva de nuestro país; así como ejemplares de otras latitudes. Además, se configura como un gran parque temático que alberga museos y restos arqueológicos propios de nuestra Lima milenaria.

Parque de las Leyendas de Lima / Foto: Publimetro
Particularmente tengo los más entrañables recuerdos del Parque de las Leyendas. Ese fue el escenario de nuestras incursiones escolares durante la primaria, y obviamente evocar aquellas cosas guarda un gran valor emocional.

Sin embargo, cuando uno es chico es poco consciente de la realidad que encubre un zoológico. Es poco consciente de que hablamos de seres vivos extraídos de sus espacios naturales y confinados de por vida en espacios que ni cercanamente representan sus reales hábitats.

Pues bien, la actual gestión del alcalde de Lima Luis Castañeda Lossio ha encubierto una crisis de abastecimiento alimentario en el Parque de las Leyendas; y ha sacrificado un búfalo, cabras y ovejas para dárselos de comer a otras especies del zoológico.


Es decir, si tú fuiste a Parque de las Leyendas y te encariñaste con el búfalo, malas noticias está bien muerto y hecho comida para otros animales, gracias a la incompetencia de la actual gestión.

El problema es que un zoológico es una promesa. La promesa de que las especies que allí habitan, por lo menos son compensadas de su desarraigo a manos del hombre, por un mínimo de buen trato. Ok. Eso, en este caso, no existe.

De hecho, tampoco creo que exista en algún caso. Si bien es cierto, el caso del Parque de las Leyendas es un caso patético de pésima administración; que también incluye irregularidades en el cobro de las entradas; existen otros casos a nivel mundial que hacen cuestionar la necesidad de mantener estos centros de reclusión animal.

Fuente América TV

¿Cuál es la real necesidad de mantener animales en cautiverio, sino la de satisfacer el entretenimiento del ser humano?

Vamos hasta el “primer mundo”, Dinamarca. En el zoológico de Copenhague La jirafa Marius fue sacrificada de un balazo, y luego de eso despedazada en frente de visitantes; inmediatamente después sirvió de comida para los leones. Por cierto, Marius, de 18 meses, estaba totalmente sano.

Jirafa Marius despedazada frente al público asistente / Foto: ElMundo.es
En el zoológico de Mendoza en Argentina vive Arturo, un oso polar que debe soportar temperaturas de 40 grados durante los veranos y que el espacio no le da para sumergirse completamente en la piscina que le han habilitado.

Oso Arturo / Fuente: LosAndes.com.ar
La pregunta subyace. ¿Es necesario mantener este tipo de lugares, que en la mayoría de casos ni siquiera cumple con estándares mínimos de funcionamiento?

Por otro lado, la propia mano del hombre, directamente o a través del cambio climático ha puesto en peligro una diversidad de especies que deben ser protegidas cuidadosamente; pero ¿acaso todos los centros están preparados para desarrollar este tipo de estudios con rigurosidad científica?

En declaraciones para BBC el veterinario Bernardo Luque Cuello comenta: "Es imposible reproducir el entorno de animales como el león, el tigre o los lobos, por hablar de los más conocidos. Ellos necesitan un territorio amplio, con ríos, con vegetación. Y eso no ocurre en ningún zoológico del mundo".

"Una vez me tocó atender la muerte de un león marino que se había tragado una bolsa de papitas fritas. Es que en este tipo de lugares la exposición al ser humano es imposible de controlar y solo están allí para la diversión del hombre" concluyó Luque.


Finalmente, el concepto de los centros de conservación debería ser la última de las opciones en donde los animales deben prevalecer en sus espacios naturales, lejos de la intervención humana y de los criterios de diversión que actualmente tienen. 



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